Un ritual distinto se cumplió en la tercera noche coscoína: un público adolescente ovacionó al grupo liderado por Ricardo Mollo. La chacarera de los Carabajal se adueñó del escenario.
“EL ARRIERO”. La banda conmovió con su interpretación de esta canción.Cosquín.- (Por Ricardo Kaliman, especial para LA GACETA).- A las tres y media de la mañana, un público predominantemente adolescente se ha parado sobre las sillas, coreando cánticos futboleros. El ritual es totalmente distinto al de las otras noches en la plaza Próspero Molina, donde desde el sábado pasado se lleva a cabo el festival mayor del folclore argentino, pero lo que se escucha desde el escenario es “Vientitos del Tucumán”, con letra de Atahualpa Yupanqui. Para algunos, casi una herejía. Para muchos, algo quizá, pero no tanto. Y sobre todo cuando el trío liderado por Ricardo Mollo pone todo su corazón en una conmovedora versión de “El arriero”.La velada había comenzado con el profundo sonido del erke, la larga caña coronada en un cuerno con la las culturas de la Puna saludan ancestralmente al espíritu de la tierra. Era el anuncio del recital de Los Tekis, quienes, antes de inundar la plaza con sayas, huaynos y pimpines en fusión cuartetera y andina, rendían tributo a la Madre Tierra y a las culturas originarias, acompañados de un recitado del militante cantante mapuche Rubén Patagonia. La noche se cerró también con el erke del maestro humahuaqueño Fortunato Ramos, quien hacía sonar y girar la larga caña sobre los entusiasmados adolescentes que saltaban al compás del último tema de Divididos. El propio Rubén Patagonia había enarbolado su canto luego de los Tekis, y había obtenido con loncomeos y otros ritmos patagónicos el apoyo del público para la causa del reconocimiento de las culturas indígenas. Y también había regresado al escenario a cantar su mensaje con el trío rockero.Al promediar la jornada, la chacarera se había adueñado del escenario. Un soberbio ballet conducido por Juan Saavedra encandiló la plaza con sus sofisticados y airosos zapateos y giros. Antes, Graciela, Roxana, Peteco y Demi Carabajal habían rendido tributo a don Carlos Carabajal, el reconocido patriarca santiagueño, unánimemente llamado “padre de la chacarera”, quien falleciera en agosto de 2006. Peteco, con su violín, y Demi, con el bombo, regresaron al escenario a la hora del rock, para acompañar los modernos aires de chacarera de Divididos.Cerca de las cuatro, tras cerrar la transmisión televisiva, el trío se consagró a su público. Incluso “Cielito lindo” encendió al público en clave rockera. “Es como si los jóvenes hubieran reconquistado por una noche el rock en Cosquín”, dijo a LA GACETA a la periodista coscoína Analía Murúa. En efecto, la tercera noche del Festival se constituyó en una apoteótica hermandad de folclore y rock, aunque sin pogos, porque las sillas no dejan lugar.
“La música es una sola y no tiene fronteras”El guitarrista de la banda Divididos, Ricardo Mollo, en su primera experiencia dentro del escenario Atahualpa Yupanqui en el año del centenario de su nacimiento, manifestó que “si Cosquín nos acepta como sus hijos es un placer muy grande”.Mientras que Diego Arnedo bajista de la banda agregó: “si nos nombran parientes cercanos también nos vamos contentos”.“No es fácil venir a un festival de folclore, sabíamos que era un riesgo pero esta noche se confirmó que la música es una sola y no debe haber fronteras que la separen”, dijo Mollo.“El público coreando nuestros temas, respetando las versiones que por ahí no son muy folclóricas, pero que tienen la esencia de como fueron creadas, más estar en el escenario que fue transitado por tantos grandes como Atahualpa, a quien admiramos desde siempre, es un momento muy especial”, agregó el violero.Ante la consulta de la sensación que tuvieron sobre el escenario, Ricardo Mollo manifestó: “comprobamos que es verdad los que dicen, eso de que los duendes de los que se fueron están sobre el escenario, acompañan o están sentados en la primera fila, qué sé yo, estoy muy feliz con todo lo que sucedió esta noche”. (Télam)

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