La lluviosa noche del sábado fue particular, porque tuvo más sentimiento que fiesta. Heredia actuó con Aznar y Fandermole.
Con su voz, que sigue transmitiendo emoción y profundidad, y un repertorio de canciones bellas y decidoras, Mercedes Sosa, apoyada en un variado grupo de invitados, dio el perfil para la octava y penúltima jornada del Festival Nacional de Folclore. Un perfil al que no se aplica la imagen clásica de lo festivalero. Sólo un grupo, casi al comienzo de la velada, de entre todos los artistas que se presentaron antes y después de ella, apeló al “Arriba esas palmas”. Una plaza poblada permanentemente en más de sus dos tercios a pesar de la intermitente llovizna que por tercera noche consecutiva se dejó caer sobre Cosquín, dejó demostrado que también esta tónica en la que lo conmovedor se aúna con la calidad del arte es capaz de atraer relativas multitudes. La velada cerró, coherentemente, con un recital conjunto de Víctor Heredia, Pedro Aznar y Jorge Fandermole, tres enormes creadores e intérpretes reconocidos por poner su talento artístico al servicio de canciones para pensar y sentir.Los nubarrones que cubrían la plaza y dejaban caer cada tanto sus cortinas de agua contribuyeron a crear incluso un cierto ambiente de intimidad, en la medida en que eso es posible en un espacio de muchedumbres. Cuando el impecable guitarrista Luis Salinas abrió la jornada, sus versiones de reconocibles clásicos del folclore recordaban a sesiones de improvisación jazzística en algún sótano de inspiradora penumbra. La amplificación sonora no pudo tampoco ocultar la ternura visceral que le imprime a la chaya Pancho Cabral, cuando este subió al escenario, acompañado por los tucumanos Leopoldo Deza, en teclados, y Peter Würschmidt, en guitarra, y el coro Algarrobales. También lo acompañó en un tema el virtuoso armoniquista Franco Luciani, que luego tendría su propio momento en el escenario.El clima de una noche en la pampa junto al fuego en medio del camino fue recreado por Suma Paz quien ofreció temas sureños de de Atahualpa Yupanqui, en el recogido estilo yupanquiano, solita con su guitarra. Más tarde, el dúo formado por el guitarrista tucumano Popi Quinteros y la cantante Luna Monti, sedujo al público con su innata musicalidad y sus estremecidas armonizaciones, y terminaron con un bis acompañado sólo con las palmas de sus manos.La propia Mercedes Sosa se instaló en el escenario como si estuviera en el living de su casa, ofreciendo a su multitud de “invitados”, sus propias interpretaciones y las de sus talentosos amigos, entre los que se incluían tanto figuras ya reconocidas como Salinas, Cabral, Pocho Sosa, y hasta Soledad; como jóvenes en los comienzos de su carrera (“ellos no son el futuro, sino el presente”, dijo la Negra, que preguntaba permanentemente al público por los vaivenes de la llovizna, preocupada por cómo se sentían quienes estaban escuchando). Entre estos jóvenes, estuvieron Coqui y Adrián Sosa (“No los invito porque sean mis sobrinos, sino porque son buenos cantantes”, aclaró). En dúo con Adrián, interpretó una sentida versión de la zamba “La de los humildes”, una de las banderas del Movimiento del Nuevo Cancionero, de cuyo gesto inaugural participó la propia Mercedes Sosa en 1963, junto a los autores de esa pieza, Oscar Matus y Armando Tejada Gómez.En el tramo final, Víctor Heredia entró al escenario y anunció a sus invitados Aznar y Fandermole, renovando la ovación del público. “Nos juntamos aquí para tocar como si estuviéramos ensayando en casa de alguno de nosotros”, dijo Víctor Heredia; y, en efecto, a partir de allí se fueron alternando solos, dúos y tríos con los temas más conocidos de cada uno de ellos, (tales como “Sueñero” de Fandermole, “Muñequitos de papel” de Aznar, “Razón de vida” de Heredia).Incluyeron también piezas de Heredia y Aznar sobre poemas de Atahualpa Yupanqui, a pocos días de cumplirse el centenario de su nacimiento, completando el homenaje con una versión de la milonga “Los hermanos”. Cantando con toda la conmovida plaza los clásicos del anfitrión, Víctor Heredia, “Sobreviviendo” y “Todavía cantamos”, cerraron esta noche particular de festival, con más sentimiento que fiesta, o, en todo caso, una fiesta del sentimiento.
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